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Sabiduría Chamánica

PRESTA ATENCIÓN A LO QUE TIENE CORAZÓN Y SIGNIFICADO


El arquetipo del sanador es una estructura mítica universal que experimentan todos los seres humanos. Entre las culturas indignas el sanador representa el principio de prestar atención a lo que tiene corazón y sentido. Los sanadores de las principales tradiciones reconocen que el poder del amor es fuerza curativa más importante de que pueden disponer los seres humanos. Los sanadores eficaces de cualquier cultura son los que abren sus abrazos del amor, es decir, al reconocimiento, a la aceptación, a las cosas válidas y a la gratitud.

La gente de todo el mundo muestra su reconocimiento de cuatro formas distintas: reconocemos las habilidades o capacidades de los demás, las cualidades o rasgos de carácter, la apariencia o aspecto externo, y el impacto que nos producen o somos capaces de producir. Podemos creernos inadecuados o sentir poca autoestima en aquellos aspectos de nosotros mismos por los que recibimos menos reconocimiento.

Los sanadores de todas las tradiciones tienen una pericia natural para practicar el arte del reconocimiento. Reconocen plenamente los mayores rencores, solo son amor no expresado.

Probablemente, el más claro ejemplo contemporáneo de una persona que ha demostrado el poder sanador del amor es la madre teresa. En las tradiciones chamanicas hubieran llamado mujer medicina.

El corazón es un musculo pausado. Es diferente a todos los demás músculos ¿Cuántas flexiones puedes hacer antes de que los músculos de tus brazos y estomago estén tan cansados que tengas que detenerte? Pero el musculo del corazón seguirá trabajando mientras vivas. No se cansa porque cada latido incorpora una fase de descanso. Nuestro corazón físico trabaja pausadamente, y cuando hablamos del corazón en un sentido más amplio, la idea a de un ocio vivíficamente siempre está presente. No debemos olvidar que situar el ocio y el descanso en el centro de nuestra vida es lo que nos permitirá mantenernos jóvenes.

A la vista de esto el ocio no es un privilegio si no una virtud. No es el privilegio de unos pocos que pueden permitirse tener tiempo, sino la virtud de todos los que están dispuestos a conceder tiempo a lo que lleva tiempo: dar a cada atarea el tiempo que necesita.

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