Arcángel en Monte Gargano – 8 de mayo
El 8 de mayo se celebra la aparición de San Miguel Arcángel en el monte Gargano (en Apulia, Italia). La historia del santuario más viejo de Occidente destinado a San Miguel está llena de un encanto enigmático. Desde ahí, la devoción al Arcángel combativo se extendió por toda la Iglesia. ¿Es ella hoy solo un recuerdo pintoresco de un pasado remoto?
Ubicado a ochocientos metros de altura, sobre un imponente promontorio que avanza hacia el mar Adriático, el Santuario de San Miguel Arcángel del Monte Gargano luce por su singular arquitectura y posición geográfica.
Lo componen un conjunto de pequeños edificios, pintorescamente sobrepuestos a la cresta de la montaña, centrados en la pequeña cueva donde apareció el Custodio de la Iglesia a inicios de la Edad Media.
Al darse cuenta de lo sucedido, los habitantes de Siponto solicitaron a su obispo, São Lourenço Maiorano, que les interpretase el enigmático hecho.
Desde aquel tiempo recóndito, el lugar se convirtió en centro de irradiación de la devoción al Beato Arcángel para toda la Iglesia. A lo largo del tiempo, millones de peregrinos, entre ellos numerosos Papas, Reyes y Santos, han visitado el famoso santuario, cuya historia, no obstante, se pierde en la niebla de los siglos.
La flecha se regresa contra el arquero.
Las viejas crónicas cuentan que, en el año 490, un noble de Siponto, hoy una parte del ayuntamiento italiano de Manfredonia, comenzó a buscar por la localidad uno de sus toros que había sido separado del resto. Estuvo múltiples horas buscándolo y solo logró localizarlo en el momento en que, vencido por el cansancio, ahora había decidido regresar a casa.
El animal fue encontrado a la entrada de una cueva rocosa, de difícil acceso, ubicada en la parte mucho más alta del cerro que domina la ciudad. Su salve se realizó prácticamente irrealizable. Tomado de impaciencia, el noble le disparó una flecha con intención de matarlo, pero ésta, ante la sorpresa de quienes presenciaron la escena, volvió al punto de donde había sido lanzada, hiriendo al propio arquero.
Al enterarse de lo sucedido, los sipontinos solicitaron a su obispo, São Lourenço Maiorano, que les interpretara el enigmático hecho. En respuesta, el piadoso prelado dictaminó tres días de ayuno, a lo largo de los cuales todos debían pedir a Dios que revelase sus excelentes designios en relación con lo sucedido.
La contestación a las frases y los sacrificios no se hizo esperar. Al amanecer del cuarto día, 8 de mayo de 490, mientras San Lorenzo rezaba en la Iglesia de Santa María la Mayor, antigua catedral de Siponto, se le apareció el glorioso Príncipe de la Milicia Celestial, diciéndole: para descubrir el secreto de Dios escondido de los hombres, de ahí que los herí con mi lanza. Sepa, sin embargo, que esta es mi intención expresa. Soy Miguel Arcángel y estoy siempre en la existencia de Dios. Vengo a habitar este lugar, a custodiarlo y a probar por medio de una señal que voy a ser su centinela y guardián.”
El espíritu angélico asimismo prometió que les concedería cualquier favor que le pidieran allí en oración y solicitó que la gruta se dedicase al culto cristiano. Y, como prueba de su poder, logró sanar espectacularmente al noble alcanzado por la flecha, hasta el punto de desaparecer todo indicio de la herida.
San Miguel les obtiene la victoria
La novedad de lo sucedido se extendió por Europa y el Mediterráneo, hasta llegar a la lejana Constantinopla. Mientras tanto, en Siponto, los leales tomaron la práctica de subir al monte Gargano para soliciar la intercesión del Beato Arcángel, que les obtuvo gracias con gran munificencia.
Entre los mayores favores concedidos por él llegó un par de años después de la primera aparición. Siendo rodeada la ciudad por un poderoso ejército bárbaro, San Lorenzo subió a la cueva celestial para rogar al Arcángel la victoria, y aconsejó al pueblo que solicitara una tregua de tres días, durante los cuales debían ayunar y rezar en honor del Dios de los ejércitos.
Los invasores aceptaron el armisticio y, pasado el tiempo señalado, São Miguel se apareció de nuevo al prelado mientras rezaba en la catedral de Siponto. Era la madrugada del 29 de septiembre de 492. Llegó a comunicar la victoria y le advirtió que no atacara a los invasores hasta después de la hora cuarta de ese día.
El santo Obispo convocó al pueblo y les transmitió las instrucciones recibidas del Cielo. Inundados de alegría, los defensores de la ciudad pasaron las primeras horas del día en oración y, a la hora determinada por el Arcángel, fueron al acercamiento de sus adversarios. Los invasores, dice un cronista, confiaron en su orgullo, y los sipontinos en la promesa angelical.
Escenas del retablo de San Miguel Arcángel – Capilla de Santa Inês, Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid (España)
En el momento en que empezó la batalla, una densa nube cubrió el Gargano. La tierra comenzó a tremer, el mar rugió con furia y se desató una horrible tormenta, cuyos rayos golpearon a los bárbaros y salvaron a los sipontinos. Aterrorizado, el ejército enemigo pronto escapó.
En agradecimiento, el obispo partió con el pueblo en procesión hacia la gruta del Arcángel, frente a la cual encontraron huellas grabadas en la roca parecidas a las de un hombre. En el instante las atribuyeron a São Miguel y, sin atreverse a ingresar, comenzaron a venerar las huellas dejadas por el espíritu angélico como señal inequívoca de su presencia y protección.
“Yo mismo consagré este lugar”
El día ocho de mayo de 493, el obispo Lourenço volvió a subir a la cueva para festejar el tercer aniversario de la primera aparición. Le preocupaba la iniciativa de convertir ese rincón solitario en un auténtico santuario, donde se alabara a Dios y se celebrara la Santa Misa habitualmente, pero no sabía cuál sería la mejor forma de llevarlo a cabo.
Para solucionar el dilema, decidió llevar el inconveniente al Papa San Gelasio, que acababa de tomar posesión del Solio Pontificio. Este último acogió amablemente a los mensajeros del Obispo, pero, en vez de darle una solución a la cuestión, lo invitó a conocer la intención del Arcángel con estas palabras: “Si a nosotros nos correspondiera saber el día de la dedicación de la iglesia escogida por São Miguel, diríamos, se efectúa el día de la victoria sobre los bárbaros; pero, correspondiendo al Beato Príncipe definirlo, esperamos su oráculo”.
En esa misiva, el Pontífice solicitaba a San Lorenzo que proclamase un ayuno de tres días en Siponto, en el que le debían acompañar siete obispos virtuosos de diócesis vecinas, que contaba a continuación. El mismo Beato Padre prometió sumarse a las oraciones pronunciadas así en Roma.
Las frases de un Papa santurrón, unidas a las de tan virtuosos prelados, no podían parar de ser respondidas. El 26 de septiembre de 493 empezó el triduo solemne prescrito por San Gelasio y, en la noche del 29, San Lorenzo recibió el tercer oráculo del Arcángel, quien se le apareció diciendo: “No te corresponde a ti dedicar esta basílica que Yo erigió, pero a mí que puso sus cimientos. A medida que crezcan sus muros, disminuirán los errores de los hombres que la visiten, ya que en el seno de esta casa tan especial, las malas acciones desaparecerán. Entrad en él, orad asiduamente en él, asistidos por mí, su beato patrón. Y cuando se celebren Misas, comulgue el pueblo según la práctica. Yo mismo me encargaré de santificar este lugar.”
Al amanecer del día siguiente, prelados y leales fueron a la gruta y las señales prometidas por el Arcángel comenzaron en el sendero, por el que el sol estaba muy fuerte. En cierto instante, cuatro gigantes águilas comenzaron a acompañarlos: 2 daban sombra a los obispos y al pueblo, y las otras dos producían con sus alas una satisfactorio brisa.
Al llegar a la gruta hallaron la efigie de San Miguel impresa en la pared y, al adentrarse en su interior, encontraron un altar excavado en la roca y adornado con una cruz de cristal, como símbolo de la prometida consagración.
Siglos de devoción a San Miguel
En el momento en que el Papa Gelasio supo por San Lorenzo de las maravillas que habían ocurrido ese día, estableció para siempre que el 29 de septiembre fuera dedicado a San Miguel en la Iglesia Universal. Más tarde, también se festejaría en esa fecha São Gabriel y São Rafael, dando rincón de esta manera a la actual memoria ritual de los tres Arcángeles.
En los siglos siguientes, la historia del santuario sigue las contrariedades de la época, marcada por las luchas entre bizantinos y lombardos. En el siglo XI se construyó la antigua iglesia, cuyos restos aún hoy se pueden ver.
Entre los papas y santos medievales que visitaron el santuario, cabe nombrar a San Bernardo, San Guillermo de Vercelli, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena y San Francisco de Asís. Éste Este último, no sintiéndose digno de entrar en la gruta, se retiró en oración a la entrada del recinto, besó el suelo y grabó el signo de tau en una de las piedras.
En 1656 aún habría una cuarta aparición, alentada por la terrible peste que entonces se extendía por Italia, llevándose consigo incontables víctimas. En esa ocasión Don Giovanni Alfonso Puccinelli, Arzobispo de Manfredonia, dispuso que se hicieran ayunos y oraciones, para implorar la asistencia del celestial asegurador, y dejó una súplica redactada a cargo de la imagen de São Miguel. Mientras rezaba, el Arcángel se le manifestó, mandándole que bendijera fragmentos de piedras de la cueva, en las que debía grabar su nombre y la señal de la cruz. Cualquier persona que los usara se curaría de la peste, y de esta manera fue.
“Soy Miguel Arcángel y estoy siempre en la presencia de Dios. Vengo a habitar este rincón, a custodiarlo, y a probar a través de una señal que seré su centinela y guardián”.
Unidos con San Miguel, venceremos
Hoy día, el Santuario de Monte Gargano sigue siendo un habitual centro de peregrinación, realzado por su cercanía a San Giovanni Rotondo. No obstante, la forma de pensar actualizada parece haber relegado su venerable historia y la devoción al Arcángel allí practicada a un pintoresco recuerdo de un pasado recóndito, sin mayor herramienta para los tiempos actuales.
Solamente malo. El día de hoy la Iglesia está cubierta en una terrible guerra espiritual, a lo largo de la que el diablo se llevó poco a poco más almas consigo. En esta lucha, San Miguel tiene un papel muy importante. Siendo no sólo el escudo de la Iglesia, sino asimismo su guja, el Príncipe de los ejércitos del Señor está llamado no solo a defendernos contra las asechanzas del enemigo, sino asimismo a infligirle una de sus derrotas más amargas.
A nosotros nos corresponde, ya que, crecer en la devoción a este Arcángel celestial, seguros de que, unidos a tan invicto general, nos volveremos insuperables y fuertes como lo fue la milicia celestial, haciendo eco definitivo y definitivo en todo el imperio de Satanás. grito triunfante: “¡Quis ut Deus!”
¿Una curiosa coincidencia?
El Santuario de Monte Gargano pertenece a un conjunto de siete creaciones similares con el Custodio de la Iglesia que, aunque separadas por enormes distancias, están en fila en el mapa. Forman de esta forma lo que se ha llamado la Sagrada Línea de San Miguel Arcángel.
El extremo noroeste de esta línea recta se encuentra en una isla despoblada de Irlanda, donde el Príncipe de la Milicia Celestial se apareció a San Patricio. Allí se levantó a finales del siglo VI el Monasterio de Skellig Michael, entre los mucho más viejos y recónditos de todo el mundo cristiano. Continuando hacia el sur, estamos en Cornwall, Inglaterra, con la isla de Saint Michael’s Mount donde, según una antigua tradición, el Arcángel se manifestó en el siglo V a un grupo de pescadores.
Tras cruzar el Canal de la Mácula, llegamos a la famosa abadía de Mont Saint-Michel, rincón de la aparición del obispo de Avranches, Saint Autbert. Desde allí pasamos a una gran roca que domina el Piamonte, al otro lado de los Alpes, sobre la que se levanta la Sagrada di San Michele, un antiguo monasterio dedicado al Custodio de la Iglesia. Y aún en el territorio italiano, pero ahora a riberas del Adriático, se encuentra el Santuario de Monte Gargano.
En la isla griega de Symi, frente a la costa de Turquía, podemos encontrar el monasterio ortodoxo de Panormitis, construido sobre una vieja iglesia cristiana de mediados del siglo V dedicada a San Miguel. Y, en el radical sureste de esta línea recta, se levanta el Monte Carmelo, morada del profeta Elías y asimismo de algún modo relacionado con el Arcángel. Cabe destacar que las dos creaciones mucho más esenciales de este complejo, el Mont Saint-Michel y el Monte Gargano, están en primera línea de mar, exactamente a la misma distancia de la Sacra di San Michele, ubicada en pleno corazón de Europa.
Cabe preguntarse si esta línea de santuarios no es más que una curiosa coincidencia. ¿O corresponde, como quieren algunos espíritus imaginativos, a un horrible golpe de espada dado por el Arcángel a Lucifer durante el enorme praelio que tuvo lugar en el Cielo? Es realmente difícil para nosotros realizar conjeturas acerca de misterios tan enigmáticos. Dios, no obstante, no hace nada por al azar; grande o pequeño, todo tiene su significado para Él. Cualquier día lo vamos a conocer.
(Gaceta Arautos do Gospel, septiembre/2019, n. 213, p. 34-37)
“Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños, por el hecho de que os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre y en todo momento el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:10).
San Miguel es honrado como el asegurador especial de la Iglesia contra los ataques del demonio. La celebración de hoy fue instituida en memoria de una aparición del beato arcángel en el monte Gargano, en el reino de Nápoles. En este milagro, el arcángel le comunica al obispo de Siponto la existencia de una gruta con apariencia de iglesia, diciendo que este sitio ha de ser consagrado al culto de Dios y sus ángeles. Rodeado de un basto público, el obispo celebró la Misa en la gruta, que se transformó en centro de peregrinación, ilustre por varios milagros. Este evento tuvo lugar cerca del año 490.
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