Los chamanes describen el campo de energía que rodea el cuerpo humano como un huevo luminoso porque tiene forma oval y está lleno de luz y color.
Una de las maneras en que los seres humanos percibimos estas tres corrientes es cuando fluyen a través de nuestros tres centros primordiales o chakras: el centro de la frente, el centro del corazón y el centro del ombligo, o la cabeza, el corazón y el abdomen. Desde el corazón, que recibe las tres corrientes, la de la energía fluye en sentido descendente hasta el abdomen y la de la verdad, en sentido ascendente hasta la frente; desde allí se irradian a todas las partes del cuerpo y el campo energético, donde se manifiestan en forma de expresión personal. En conjunto, los tres centros representan pensar, el sentir y el actuar, tres aspectos de ser plenamente humanos. Sin embargo, pensar sin sentir es frio, y calculador, maquinal, y pensar sin actuar se traduce en impotencia. Actuar sin sentir es despiadado, y actuar sin pensar es insensato. Sentir sin pensar carece de dirección, y sentir sin actuar no puede tener efecto pleno. Por tanto, cada corriente depende de las otras dos para cumplir su misión.
Por eso el espíritu nos las proporciona con constancia y en igual manera. Es responsabilidad nuestra darles a estas tres corrientes la libertad de interactuar que les corresponde, y nuestro chaman interior nos guía para que encontremos y mantengamos el equilibrio entre ellas. El corazón, por ser el puente entre el abdomen y la frente, tiene una posición clave en la comunicación entre las corrientes. Se puede vivir la vida sin mucho sentimiento.
Llegará el momento, después de haber trabajado con estas tres corrientes, en que empieces a comprender que tu cuerpo no es más que la vaina, la cascara, que contiene la semilla que eres, que es verdad absoluta, amor infinito y energía eterna.
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